22 de abril de 2012

De la vida y el sufrimiento


Hoy es uno de mis peores días, nunca he tenido que enfrentar grandes problemas, solo tal vez algunos detalles de mi educación, fuera de eso las facilidades que se han presentado a lo largo del camino son suficientes para hacerme creer que el momento que paso ahora podría representar una gran diferencia para el resto de mi vida.
Entiendo de alguna manera los problemas psicológicos que pudieran llevar a una persona a pensar en el suicidio y acepto soy una persona propensa a ello, no al suicidio claro, sino al imaginar de cuantas maneras distintas podría terminar mi vida cuando he perdido la esperanza. Pastillas, cuchillos, puentes, vehículos, música, tv abierta, etc… Son muchas las formas en las que he pensado, todas posibles, el problema no se encuentra en la viabilidad del medio sino en su efectividad para acabar con todo esto.

Las ideas que han pasado por mi cabeza, los motivos que me orillan a pensar en todo esto, es mi círculo social, como muchas personas en este mundo busco un lugar en el cual sentirme cómodo, pero ese lugar nunca dura tanto, siempre son minutos o segundos y, cuando de depender de otra persona se trata, todo termina en una irremediable decepción y en las ganas de huir y no regresar nunca.

El suicidio no es la solución dicen algunos, la manera en la que nos enfrentamos a la vida nos permite omitir todos estos desniveles de buenos y malos momentos, para mí 5 minutos de felicidad justifican el prolongar el sufrimiento, desgraciadamente cada minuto de felicidad y placer en nuestra vida lo pagamos con tristeza, si la aceptación existe o no para con lo anterior es cuestión meramente personal, algunos han aprendido a vivir con su tristeza, se adaptan a ella, buscan nuevas formas de experimentar, obtienen grandes platillos mezclando hierba y lodo, pero no todos somos así, algunos queremos tomar el riesgo, somos investigadores, aventureros, legos que se preguntan ¿que hay más allá de todo eso?, queremos saber qué tanto de los que los viejos cuentan es mentira, ¿hay un infierno más allá? ¿Me encontrare mi cocker en el cielo?

Existe en el hombre una gran ambición, una gran ambición de demostrarle al mundo que sabemos más, que tenemos más, que podemos más, si no fuera así a muchos no les molestaría terminar con su vida como la conocemos, la respuesta sobre la muerte es personal, única, difícilmente compartible y que se pierde con nosotros, por eso le tenemos tanto miedo, por eso nos olvidamos que nadie puede tomar decisiones por nosotros, incluso si perdiéramos algunas de nuestras facultades mentales seguiría siendo producto de nuestros procesos metabólicos el deseo de morir o de seguir caminando.

Sobre estimamos la vida y despreciamos el dolor de los “otros”, suponemos lo que será mejor y de ahí determinamos que pueden hacer o que no pueden hacer los demás, “¡es mi sangre! Yo decido cuando esta y cuando no estará más tiempo en mis venas” pero no se trata solo de eso, pese a mi abierto apoyo a la libertad de decidir también creo que no debería ser desperdiciado el tiempo, ese recurso limitado, ¿han contado los segundos de su vida que pierden suspendidos en la nada?

Este mundo es nuestro, no hablo de la unión de la humanidad, hablo del egoísmo de existir, es solo nuestro, nuestros amigos, nuestros padres, nuestras mascotas, nuestro país, etc. Es nuestra decisión continuar o no con todo eso, si quieres a alguien en tu vida estará ahí mientras así lo desees, y en el momento en el que voluntaria o involuntariamente esa persona se vaya, no podrás negar que parte de la responsabilidad del acto te pertenece, después de todo, la empatía es solo ponernos en el lugar de los personajes que integran nuestro mundo, esos carismáticos y despreciables personajes que nos dan cariño y penas.