9 de noviembre de 2013

El sol de Toluca.

He vivido aquí toda mi vida, no recuerdo ninguna parte de ella sin estar en contacto con el clima tan femenino de esta ciudad, ese clima hermoso por ser tan cambiante, un lugar cuyo humor por la vida se explica solo, cuya realidad es tan básica que a veces parece que solo finge ser difícil de entender cuando solo se trata de un simple y frio/cálido lugar en el cual podemos vivir tratando de ser felices.
He caminado sus calles muchas veces, aquellas alejadas del centro, aquellas calles que sufren por nuestra idea del “centralismo”, las calles que son abandonadas y solas por la noche y en las que cualquier silueta atenta contra nuestra vida, donde la seguridad no llega, no hace falta, son calles tan fuertes que se defienden solas y que nos atacan con tan solo caminar por ellas. Existen otros lugares más felices, menos difíciles, existe una variedad de matices que nos pueden llevar al instant crush que tanto deseamos, caminos de adoquines disparejos, pisos de cerámica resbaladizos, árboles enormes cubriéndonos de la lluvia y regalándonos un poco de naturaleza que en este lugar ya vamos olvidando.
No son pocas las políticas en las cuales se termina decretando un odio privado por la naturaleza, no soy un defensor de las políticas ambientales como tampoco de las de equidad de género, resulta para mí una idea redundante, fui educado por unos padres que me enseñaron que la vida incluye libertad, uno no necesita caminar por el mundo haciendo leyes para proteger algo que ya está incluido en el espíritu de cada una de las cosas: el derecho de ser. Desafortunadamente una de las cosas que odio de este lugar es eso, las personas que viven sin saber que en sus actos solo esconden deseos reprimidos, sentimientos de inferioridad y un enorme y pegajoso pesimismo.
Estamos en este lugar de manera aleatoria, nuestros padres pudieron elegir cualquier otra ciudad para vivir, pudieron escoger cualquier otro trabajo, vivimos siendo productos de decisiones pequeñas, alternas y simples, ahí se encuentra la complejidad de la vida, en todos esos actos sutiles que hacen que las cosas solo sucedan, de ahí que muchos nos queramos ir, que algunos quieran seguir aquí, que podamos seguir caminando y aburriéndonos una y otra vez de las mismas calles porque hemos decidido caminar por los mismos lugares.
No necesitamos ir lejos para conocer al mundo, todos representamos una parte de la humanidad, tenemos gente mendigando en todos lados, nosotros mismos mendigamos sin darnos cuenta, quiero suponer que nuestra insatisfacción es sólo producto del clima, de ese sol que nos mantiene tibios y que de pronto sin avisar nos congela, congela nuestros sentidos y nuestros sentimientos, dejándonos ahí, parados, viendo pasar gente sin destino, cubiertos por ropa holgada que limita nuestros movimientos, tomando tazas de café que no nos dejan alejarnos de un baño, buscando lugares pequeños para despojarnos de todo eso que nos detiene y después encontrarnos tomando felicidad para mantenernos vivos, robando instantes de la existencia de otros.
Vivo en un pequeño lugar, en una colonia con historial delictivo, producto de la mezcla de maestros y obreros, nada pretencioso, un lugar básico y simple; un lugar que me persigue. Duermo a la misma altura en la que me gustaría ser enterrado, números negativos y positivos, perspectivas diferentes, situaciones similares, ventanas abiertas que nos pueden llevar a la iluminación o la muerte, recuerdos incesantes de sentimientos libres, palabras repetitivas en textos cortos, errores ortográficos sin sentido que cambian el sentido de un todo.
Mi ciudad es “la bella”, una mujer en verdad hermosa, una mujer olvidada en tiempos más románticos, aún existen algunas personas que observaron plenamente su belleza, que vieron su cuerpo desnudo, su piel de mármol ahora marcada por el frío, sus piernas largas que nos llevaban al paraíso, el cabello largo y fino por el que podríamos pasar nuestros dedos por toda la eternidad, ahora, muchos solo vemos en Toluca una historia de Carlos Fuentes, aquella vieja y sorda que decide ser hermosa por instantes pero que solo nos muestra detalles para atraparnos, para mantenernos cerca, ¿qué podría decir yo? solo soy una de esas personas atrapadas en el recuerdo, de los que decidieron conscientemente querer a una ciudad que solo es una vieja, triste y sola mujer que ha sufrido por ser usada tantas veces. Aquí seguiré mucho tiempo, yo sé que de algún modo ella será joven y bella de nuevo.

5 de noviembre de 2013

historias cortas

La historia es simple, me encuentro con alguno de mis amores perdidos, esos a los que les dedique mi vida por 5 minutos, los que ahora son libres porque siempre lo fueron, los que encontraron su camino mientras seguían caminando de la mano conmigo, básicamente esos, mi vida se resume a situaciones cortas y torpes, cosas sencillas para entender, después de encontrar a alguna aquella solo me queda besar mis recuerdos en ellas, besar un poco a mi pasado por haber encontrado a la perfección y a ver sido tan humilde o idiota para dejarla ir, siempre pasa, ha pasado poco pero siempre ha pasado.
No seré el mártir de la historia y espero tampoco ser el tonto, pero siempre que regreso a ese lugar, siempre que fuerzo a mi mente a encajar en un lugar que ya no existe, lo único que hago es atravesar con esfuerzo un molde anterior, arrancar un poco de mí, perder músculos, piel y en ocasiones fragmentos de huesos, todo para poder estar ahí, feliz por un rato observando a alguna desconocida, esperando el momento indicado para besarla, y ahora sé que toda mi vida ha sido el momento indicado para besarla.

Mi objetivo primordial podría ser el sentirme más ligero, dejar viejas costumbres y seguir adelante, ahora solo me siento vacío, un poco más cada vez, nada que uno quisiera sentir todos los días, una sensación pegajosa e inquietante que solo me hace querer regresar para buscar un poco de todo lo que he perdido y de lo que ya no recuerdo haber ganado en algún momento.