He vivido aquí toda mi vida, no recuerdo ninguna parte de ella sin estar
en contacto con el clima tan femenino de esta ciudad, ese clima hermoso por
ser tan cambiante, un lugar cuyo humor por la vida se explica solo, cuya
realidad es tan básica que a veces parece que solo finge ser difícil de entender
cuando solo se trata de un simple y frio/cálido lugar en el cual podemos vivir
tratando de ser felices.
He caminado sus calles muchas veces, aquellas alejadas del centro,
aquellas calles que sufren por nuestra idea del “centralismo”, las calles que
son abandonadas y solas por la noche y en las que cualquier silueta atenta
contra nuestra vida, donde la seguridad no llega, no hace falta, son calles tan
fuertes que se defienden solas y que nos atacan con tan solo caminar por ellas.
Existen otros lugares más felices, menos difíciles, existe una variedad de
matices que nos pueden llevar al instant crush que tanto deseamos, caminos de
adoquines disparejos, pisos de cerámica resbaladizos, árboles enormes
cubriéndonos de la lluvia y regalándonos un poco de naturaleza que en este
lugar ya vamos olvidando.
No son pocas las políticas en las cuales se termina decretando un odio
privado por la naturaleza, no soy un defensor de las políticas ambientales como
tampoco de las de equidad de género, resulta para mí una idea redundante, fui
educado por unos padres que me enseñaron que la vida incluye libertad, uno no
necesita caminar por el mundo haciendo leyes para proteger algo que ya está
incluido en el espíritu de cada una de las cosas: el derecho de ser.
Desafortunadamente una de las cosas que odio de este lugar es eso, las personas
que viven sin saber que en sus actos solo esconden deseos reprimidos,
sentimientos de inferioridad y un enorme y pegajoso pesimismo.
Estamos en este lugar de manera aleatoria, nuestros padres pudieron
elegir cualquier otra ciudad para vivir, pudieron escoger cualquier otro
trabajo, vivimos siendo productos de decisiones pequeñas, alternas y simples,
ahí se encuentra la complejidad de la vida, en todos esos actos sutiles que
hacen que las cosas solo sucedan, de ahí que muchos nos queramos ir, que
algunos quieran seguir aquí, que podamos seguir caminando y aburriéndonos una y
otra vez de las mismas calles porque hemos decidido caminar por los mismos
lugares.
No necesitamos ir lejos para conocer al mundo, todos representamos una
parte de la humanidad, tenemos gente mendigando en todos lados, nosotros mismos
mendigamos sin darnos cuenta, quiero suponer que nuestra insatisfacción es sólo
producto del clima, de ese sol que nos mantiene tibios y que de pronto sin
avisar nos congela, congela nuestros sentidos y nuestros sentimientos,
dejándonos ahí, parados, viendo pasar gente sin destino, cubiertos por ropa
holgada que limita nuestros movimientos, tomando tazas de café que no nos dejan
alejarnos de un baño, buscando lugares pequeños para despojarnos de todo eso
que nos detiene y después encontrarnos tomando felicidad para mantenernos
vivos, robando instantes de la existencia de otros.
Vivo en un pequeño lugar, en una colonia con historial delictivo,
producto de la mezcla de maestros y obreros, nada pretencioso, un lugar básico
y simple; un lugar que me persigue. Duermo a la misma altura en la que me
gustaría ser enterrado, números negativos y positivos, perspectivas diferentes,
situaciones similares, ventanas abiertas que nos pueden llevar a la iluminación
o la muerte, recuerdos incesantes de sentimientos libres, palabras repetitivas
en textos cortos, errores ortográficos sin sentido que cambian el sentido de un
todo.
Mi ciudad es “la bella”, una mujer en verdad
hermosa, una mujer olvidada en tiempos más románticos, aún existen algunas
personas que observaron plenamente su belleza, que vieron su cuerpo desnudo, su
piel de mármol ahora marcada por el frío, sus piernas largas que nos
llevaban al paraíso, el cabello largo y fino por el que podríamos pasar
nuestros dedos por toda la eternidad, ahora, muchos solo vemos en Toluca una
historia de Carlos Fuentes, aquella vieja y sorda que decide ser hermosa por
instantes pero que solo nos muestra detalles para atraparnos, para mantenernos
cerca, ¿qué podría decir yo? solo soy una de esas personas atrapadas en el recuerdo,
de los que decidieron conscientemente querer a una ciudad que solo es una
vieja, triste y sola mujer que ha sufrido por ser usada tantas veces. Aquí seguiré
mucho tiempo, yo sé que de algún modo ella será joven y bella de nuevo.